Hermanas Mira: El arte puertas adentro

Magdalena y Aurora Mira fueron dos artistas de fines del siglo XIX. Precoces y con una destreza tremenda, las hermanas Mira estudiaron pintura, se adjudicaron galardones trascendentales y fueron reconocidas por la prensa especializada. Iban a significar un cambio cultural en nuestro país. En 1900 se les pierde el rastro. Hoy, más de cien años después, son rescatadas por la CCLB para despertar preguntas en torno al rol de la mujer en el arte.

Cuenta Ximena Zomosa (artista, gestora cultural y curadora de la exposición “Lo Común”), que el señor Mira por allá por el siglo XIX percibió algo extraño en el salón de su casa en Gran Avenida frente a El Llano Subercaseaux. La alfombra estaba desteñida, añeja.

 

“En un momento iban a recibir unos invitados en su casa y la alfombra estaba dañada, fea. Así que la sacaron y Aurora lo que hizo fue pintar una alfombra sobre el parqué con aval del padre”, narra Zomosa.

 

Esta anécdota reúne los conceptos más importantes de la obra de Magdalena (1859-1930) y Aurora Mira Mena (1863-1939): el incentivo de su padre, lo cotidiano como objeto artístico y un talento inmenso.

 

Don Gregorio de Mira (1825-1905) era un abogado de la alta sociedad dedicado a temas agrónomos y comerciales, con una inquietud tremenda por la pintura. Pese a ser un aficionado, recibió clases de grandes profesionales del arte, como el pintor francés Raymond Monvoisin o el alemán Mauricio Rugendas. No desarrolló una carrera artística, probablemente por ser el sostenedor de una familia con ocho hijos. 

 

Aurora y Magdalena heredaron el oficio que su padre no pudo preservar y desde una temprana edad ambas aprendieron a pintar como era habitual en la aristocracia chilena de la época. Pero su talento las llevó más allá.

 

Se formaron con el reconocido artista francés Théodore Blondeau y con Juan Francisco González, uno de los más grandes maestros de la pintura chilena. Más tarde, el pintor italiano Giovanni Mochi las admitió en la Academia de Pintura, pese a ser mujeres. De Mochi aprendieron las técnicas académicas clásicas de pintura, junto con recibir una incentivo de mayor libertad en las temáticas. En vez de tratar materias mitológicas o históricas, Magdalena se abocó por los retratos y la figura humana, y Aurora por flores y bodegones.

"El cochero" por Magdalena Mira y "Frutillas y rosas" por Aurora Mira.

Lo que plasmaron en sus obras podría catalogarse como de “puertas adentro”: retrataban a su familia, a empleados domésticos o naturaleza muerta como flores que decoraban los salones de su casa. “Terminaron retratando lo doméstico porque era lo más accesible. También por una relación con la pintura de no esperar inspiración del más allá, sino que hacerlo por gusto. Es algo de no querer fama, de no querer figurar en nada. Solo placer por pintar”, reflexiona Ximena Zomosa.

 

Las hermanas Mira, inmersas en un circuito artístico cooptado por hombres, gozaron igualmente de un reconocimiento cultural importante. Dos medallas de oro en Salones Oficiales de Pintura obtenidas de manera consecutiva (1884 Magdalena y 1885 Aurora), por lasque obtuvieron valiosas menciones en la prensa especializada de la época. 

"Retrato Mercedes Mena de Mira" por Magdalena Mira y "Mesa de comedor" por Aurora Mira.

Alcanzaron a sentarse en la mesa de próceres del arte como Pedro Lira o Ramón Subercaseaux. Sin embargo, no forman parte del canon ni están catalogadas como precursoras.

 

Zomosa explica que “en la historia del arte quedan como una rareza estos hitos (las medallas de oro). Como que pasó una cosa excepcional en el pasado, y después siguió todo igual. O sea, no terminó de ser un hecho tan notorio”.

 

Un par de años después de las medallas de oro, participaron en Salones y ganaron premios de honor, pero a partir de 1900 se les perdió el rastro. Dejaron de lado su carrera artística pública y se dedicaron a sus matrimonios. Quedaron recluidas en sus casas, en sus familias, en sus hijos. 

 

Su desaparición fue abrupta y notoria. El historiador de arte Víctor Camacho (1916-1996) escribió al respecto: “Ha terminado definitivamente la efímera pero brillante carrera de Aurora y Magdalena. Es decir su carrera oficial… pero no la propiamente artística, que llevaban en la sangre y desarrollarían hasta el fin”.

 

Tras quedar marginadas en el hogar, las hermanas Mira no abandonaron el ejercicio artístico. Ahora bien, sus temáticas variaron. 

 

Magdalena se inclinó por pintar cuadros de paisajes naturales que decoraron los muros de su casa o las de sus amigos. Junto con su marido, Ramón Cousiño López, viajaron a Europa y vivieron tres años en Roma. Allí pintó ruinas del Viejo Continente y playas del Mediterráneo.

 

Luego de que Aurora y José Luis Vergara Silva contrajeron matrimonio, construyeron una casa que ella diseñó. Allí Aurora se dedicó a decorar el hogar y sus espacios, entre ellos una torre que se ubicaba en el patio, desde ahí creó las obras Balcón 1 y Balcón 2, dos paisajes que reflejan ese nuevo horizonte visual.

"Desde el balcón I" y "Desde el balcón II" por Aurora Mira.

A partir de las últimas obras de las hermanas Mira, se puede interpretar un cambio de perspectiva. Comenzaron a inclinarse por el exterior, por el paisaje, lo que había fuera del hogar. El modelo social femenino de la época las relegó al rol de esposa, modificando también sus fijaciones y el tiempo de dedicación. 

 

“Lo común”, exposición que actualmente se encuentra en el Centro Cultural El Tranque, aborda la importancia de las hermanas Mira, despertando automáticamente preguntas sobre por qué no obtuvieron un reconocimiento a lo largo de la historia del arte. Asimismo, emergen cuestionamientos en torno al rol de la mujer en el arte chileno y su vigencia. La muestra hace conversar las obras creadas en el siglo XIX con los tiempos modernos, donde las problemáticas de género aún forman parte del debate cotidiano.

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