Alcanzaron a sentarse en la mesa de próceres del arte como Pedro Lira o Ramón Subercaseaux. Sin embargo, no forman parte del canon ni están catalogadas como precursoras.
Zomosa explica que “en la historia del arte quedan como una rareza estos hitos (las medallas de oro). Como que pasó una cosa excepcional en el pasado, y después siguió todo igual. O sea, no terminó de ser un hecho tan notorio”.
Un par de años después de las medallas de oro, participaron en Salones y ganaron premios de honor, pero a partir de 1900 se les perdió el rastro. Dejaron de lado su carrera artística pública y se dedicaron a sus matrimonios. Quedaron recluidas en sus casas, en sus familias, en sus hijos.
Su desaparición fue abrupta y notoria. El historiador de arte Víctor Camacho (1916-1996) escribió al respecto: “Ha terminado definitivamente la efímera pero brillante carrera de Aurora y Magdalena. Es decir su carrera oficial… pero no la propiamente artística, que llevaban en la sangre y desarrollarían hasta el fin”.
Tras quedar marginadas en el hogar, las hermanas Mira no abandonaron el ejercicio artístico. Ahora bien, sus temáticas variaron.
Magdalena se inclinó por pintar cuadros de paisajes naturales que decoraron los muros de su casa o las de sus amigos. Junto con su marido, Ramón Cousiño López, viajaron a Europa y vivieron tres años en Roma. Allí pintó ruinas del Viejo Continente y playas del Mediterráneo.
Luego de que Aurora y José Luis Vergara Silva contrajeron matrimonio, construyeron una casa que ella diseñó. Allí Aurora se dedicó a decorar el hogar y sus espacios, entre ellos una torre que se ubicaba en el patio, desde ahí creó las obras Balcón 1 y Balcón 2, dos paisajes que reflejan ese nuevo horizonte visual.